A New Cross empezó como una idea en el año 2010, gracias a la iniciativa de Nicolás Rivero, quien quiso hallar un nuevo sentido a la moda a través de sus prendas, entendiendo dos puntos claves en la marca.
Primero, la ropa es el espacio mínimo en el que se habita y la arquitectura más pequeña en la que se puede estar. Segundo, el patronaje del vestuario elaborado siempre demanda un tiempo largo en términos de exploración.
Comenzó a presentar sus colecciones en París, en donde infirió que no podía competir de una manera fácil con el patronaje europeo y japonés, así que vio una oportunidad de mercado en Latinoamérica y quiso formar A New Cross, con una estética contemporánea, minimalista y global, abierta para todo tipo de público en el mercado.
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¿A qué se le puede llamar una marca sostenible?
NR: Siento que dentro de este tema de sostenibilidad, las marcas que realmente lo son, tienen en cuenta no solo los recursos que utilizan para fabricar, que sean responsables con el medio ambiente, que no involucren una producción desde el textil como dinámicas de explotación humana y que generen una conciencia a través del consumo. Lo más difícil para una empresa es decirles a las personas que consuman este producto si realmente lo necesitan. Es importante no generar un consumo a partir de la masificación de un producto que vaya a tener poco o nada de uso, consumimos muchas cosas que realmente no necesitamos, que tenemos porque estaban baratas o se las vimos a un famoso.
¿Consideras a A New Cross como una marca sostenible?
NR: Sí, porque para mí entender el material y valorarlo desde dónde es, quién lo produce, cuáles son las cantidades y tomar las decisiones de compra así sean un poco más costosas son los puntos en los que más me he fijado, tanto así, que me he visto muy inclinado hacia fabricar mis propias telas, este es un plus en mi marca.
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Optó por entender la tela o el textil como un contenedor de memoria, de esta manera, también se comprende cómo el vestir se convierte en un canal y una ventana de identidad que define quiénes son los seres humanos; ampliando su discurso a la sostenibilidad a través de la artesanía, recorriendo el territorio para empezar diálogos de co-creación, en donde el resultado final es la voz mutua.
La exploración y el desarrollo textil ha permitido producir sus propias telas.
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La tejeduría de sacos es completamente hecha por su equipo de trabajo. El 60% de las telas se producen, el otro 40% se interviene, es un proceso interesante, en donde Rivero afirma que: “pone a dialogar a diferentes geografías dentro del mismo plano y es maravilloso”.
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¿Cómo es el proceso de creación de una tela?
NR: Para mí esto es un diálogo con el artesano. Primero debo encontrar fibras que me resulten llamativas, no todas sirven si no tienen los peines exactos que necesitan los telares, siempre debo estar hablando con el artesano para saber si los peines funcionan o no, en el proceso de urdir la tela.
Todo esto lo quiero contar a través de una anécdota. Cuando empecé con el diseño, yo no sabía nada de textiles con artesanos; le planteé una idea y me contó que no se podía, (el ejercicio del telar siempre es geométrico y racional) y yo quería hacer un ruido que fuera impredecible, cuando me dijo que no se podía, me emocioné y dije “me voy a sentar con usted, a mirar cómo lo hace”, estuvimos reunidos y le preguntaba cada cosa; cuando por fin se logró hacer, le puse ‘glitch’, porque significaba romper la tela y crear ruido.
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A partir de esto, empezamos a experimentar más con el textil, una vez se hace el urdido, se empieza a tramar y posteriormente, a jugar con los detalles; en mi taller hago los cortes y es un proceso que toma muchísimo tiempo, debido a que son piezas con un trabajo riguroso.
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¿Cuáles son los materiales que más se utilizan en el telar?
NR: Alpaca; lana virgen de Cucunubá, Boyacá; fibra de plátano, de Tolima; seda, de Popayán, algodón mexicano y colombiano y fique, de Curití.
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¿Quién lo hace?
NR: Son diferentes artesanos con los que he trabajado.
Don Javier es el encargado del telar, con él ya vengo trabajando hace unos siete años, pero también me gusta explorar con tejedores de Curití. Además de ello, cuando estuve en México, trabajé con una comunidad en Aldama, Chiapas.
¿Cuánto tiempo tardó en entender que el proceso era factible?
NR: Más allá de entender la viabilidad del proyecto, es una constante búsqueda por reinterpretar saberes artesanales, este proceso no está completado y quizá nunca lo estará.
Su última colección se llamó ‘Todo lo que no tejí’ y fue presentada en B Capital, en el año 2018, en donde quería generar reflexiones a través del tejido.
Finaliza comentando: “La ropa es un contenedor de memoria”.
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