Con este álbum, Andrés Calamaro renueva credenciales a dos décadas de ‘Alta Suciedad’. Es una colección de doce canciones, una grabación de arte y eficacia.
Un tripartito en las responsabilidades de una producción ejemplar, dirigida por Gustavo Borner, Germán Wiedemer y el propio artista. Calamaro graba en Los Ángeles un disco con selectos músicos de la Costa Oeste y nos ofrece un álbum de rock n roll adulto… dando continua importancia al casting de músicos que tocan, en esta grabación, con elegancia e inspiración, sonido y sensibilidad.
Referencias no musicales
A lo largo y ancho del disco se advierten variopintas referencias no musicales. Mayormente es texto en primera persona, pero es persona transferible, casi cualquiera puede sentirlas como propias. La Biblia, V. Huidobro, toreros y bandidos, P. Ibañez, Nieztsche, Maradona, J. Sabina, A. Yupanqui, Los Tigres del Norte, las hierbas virtuosas. F. Pessoa, los amigos, El Barrio de Villa Soldati. D. Melingo y/o J. Fijman, son algunas de las referencias (no influencias) que podemos encontrar en una primera escuchada, pero hay otras cuestiones que el texto contempla, como “ser el más sedentario de los nómades”, la izquierda “estética”, los viajes interminables y “el” viaje interminable, parecen ser algunas de las inspiraciones de Calamaro.
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Doce canciones
Doce canciones como los tiempos del compás… Tres veces cuatro, cuatro veces tres o dos lados de seis canciones. Elegancia y poderío, arreglos ambiciosos y letras para escuchar como las bulerías de Capullo de Jerez. Un Long Play que se descubre según lo escuchamos, llamado para renovar credenciales de un artista que quizás no grabó aún su mejor disco. Un sonido de “cátedra de rock” grabado en cuatro sesiones con cuerpo y alma. Hasta diez músicos -y cantante- grabando con responsabilidad y eficacia. Además de cinco jornadas para completar los track vocales, grabar coros, corregir letras y todo lo que podríamos denominar (según palabras del propio Calamaro) como “Producción vocal”.
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El tripartito de Calamaro con Gustavo Borner y German Wiedemer, revalida títulos y campeonatos en el arte de hacer discos, desde las letras, las maquetas, la selección de un repertorio para grabarlo en óptimas condiciones, premeditación y alevosía. El resto del plantel es la crema de los músicos de Los Ángeles. Acompañan a Andrés Calamaro en ‘Cargar la suerte’, un selecto y eficaz grupo de músicos que hacen de este disco un poderoso descargo de intenciones instrumentales orientado a las guitarras. Con el concurso de teclados siempre oportunos y una producción vocal completa que “acompaña” al track o se despega del plano para meter presión con las letras.
En ‘Cargar la suerte’ la elegancia y poderío instrumental resulta en un desafío que el cantante empata sin despeinarse. Este es un disco “definitivo”… Ni el último ni el primero. Pero no resulta habitual encontrarse con grabaciones de estas intenciones atendidas.
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