Hay artistas que no solo cantan, sino que acarician el alma y con sus composiciones logran llegar a rincones que guardan recuerdos, sentimientos y suspiros olvidados. Poetas que, en lugar de tinta, escriben con acordes y versos para crear melodías que resultan ser un refugio en la nostalgia, un cálido abrazo en la soledad y la banda sonora de amores que dejaron huella. Marco Antonio Solís es uno de esos artistas.
‘El Buki’, ‘el poeta del siglo’, es más que un ícono de la cultura y la identidad mexicana, es un artista en todo el sentido de la palabra, quien, por más cliché que suene, ha hecho de su música un lenguaje universal del corazón. Su arte ha marcado a varias generaciones y seguirá haciéndolo porque la clave de sus letras está en que logra estremecer almas y su voz evoca amores, desamores, sonrisas, despedidas, cicatrices o simplemente historias.
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En la noche del 8 de marzo de 2025, a propósito del Día de la Mujer, el Movistar Arena se transformó y en su ambiente se dibujó un puente invisible, pero único, entre el ayer y el hoy gracias a este cantante, quien cumplió su segunda cita de la gira ‘Mas cerca de ti world tour’ 2025 con el público capitalino y los llevó en un viaje que terminó siendo una oda al romanticismo y a la nostalgia con himnos atemporales.
La velada inició con la presentación de Mar Solís, hija de Marco Antonio Solís, quien en tan solo veinte minutos demostró que el talento se hereda y que enamoró a los cerca de 12 mil asistentes con su carisma, serenidad, voz, baile y constantes palabras de agradecimiento. Se ganó un pedacito del corazón de los presentes y los preparó para el espectáculo de su padre.
Cuando el momento tan esperado llegó y se apagaron las luces para recibir al maestro de maestros, el tiempo pareció suspenderse. Fue como si la respiración se detuviera por un instante, como si los sentidos se nublaran por un milisegundo solo para reiniciarse y poder asimilar la magnitud de lo que estaba por suceder.
Tras la llegada de las cuatro bailarinas de ‘El Buki’—Rachel, Brandy, Carolina y Matilde—, Marco Antonio Solís apareció en el centro del escenario, iluminado por luces rojas y naranjas que envolvían el momento en una atmósfera cálida y majestuosa. Su inconfundible melena, ahora matizada con tonos grises que reflejan la sabiduría de sus 63 años, su característica barba y su impecable traje negro contrastaban con un blazer blanco, salpicado con detalles en negro, como si la música misma hubiera dejado su huella sobre él.
El primer suspiro
Con su micrófono plateado en mano, comenzó a entonar ‘Sin Pensarlo’, pero antes de cantar la primera frase, su sonrisa delataba la emoción de ver a miles de almas esperándolo solo a él. Entre el público, en cuestión de segundos, se entremezclaban lágrimas silenciosas, sonrisas iluminadas, rostros ligeramente atónitos y miradas llenas de satisfacción: la certeza de estar viviendo un momento que habían soñado, seguramente por varios años.
Y digo seguramente, porque cabe mencionar que entre el público no solo estaban aquellos que han acompañado su música por décadas, sino también jóvenes que en años recientes han encontrado en sus letras un refugio o que conocen su música por sus padres. No solo había “cincuentones", como él mismo suele decir con picardía, sino almas de todas las edades que vibran al compás de sus canciones.
Tras este primer tema, llegó el turno de ‘Se va muriendo mi alma’, de 1999 que, incluso después de 26 años, sigue tocando fibras y reviviendo promesas que alguna vez fueron susurradas al oído, ahora convertidas en un eco desgarrador. Inmediatamente, Marco Antonio Solís tomó su guitarra y, con la calidez que lo caracteriza, saludó a su fanaticada.
“Gracias a Dios por este tiempo, por este momento, por el presente y el regalo de la vida y de la salud que todos tenemos esta noche. Gracias, gracias, un abrazo grande de todo corazón”, dijo con emoción y detalló que la arena estaba llena.
Como era de esperarse, el paso de Solís por la agrupación Los Bukis dejó una huella imborrable, y por eso su tercer tema de la noche fue ‘Y ahora te vas’, con el que dejó claro que no se guardaría ni uno solo de sus “pasos de baile prohibidos”. Luego, las revoluciones se regularon en el público con ‘El peor de mis fracasos’, una balada melancólica de su tercer álbum como solista.
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La energía volvió a encenderse con ‘Tú me vuelves loco’ y ‘Dios bendiga nuestro amor’, donde brilló su talentosa banda: Hernando Cruz, Luis León, Antonio González, Luis Manuel Pérez y Julio Espinoza en los metales; Marisol Correa, América Libertad y Evelyn en los coros; Emilio García en la batería; Héctor Aguilar en la percusión; Martín Serrano como maestro de cuerda, guitarra y segundos teclados; Óscar Javier Pérez en la primera guitarra; y Fidel Arreygue en el bajo. Todo el ensamble fue dirigido magistralmente por el pianista principal Rodolfo ‘Fito’ Luviano.
El viaje entre acordes continuó con ‘Tú cárcel’, canción que, según contó, llegó a su vida como por intervención divina. Mientras esperaba para dar un show en 1985, la melodía y el 85% de la letra se completaron en su mente, y él simplemente la pasó al papel. La considera una “bendición”, pues marcó un antes y un después en su carrera.
Para ‘Cuando te acuerdes de mí’, tomó una flor que le lanzaron desde el público y, con su característico sentido del humor, fue hilando una divertida anécdota con efectos de sonido y cómicos apuntes para presentar ‘El Milagrito’, una canción que, entre risas, dedicó “a las celosas”.
Aquí ocurrió un momento que muchos esperaban: su baile al ritmo de ‘They Not Like Us’ de Kendrick Lamar,
un tema que ganó aún más popularidad tras el show de medio tiempo del Super Bowl. ‘El Buki’ aprovechó la ocasión para desplegar sus icónicos pasos y fusionar su estilo con el del rapero estadounidense, dejando en claro que sigue conectado con las últimas tendencias.
Un viaje entre acordes
Con el paso de los minutos, se fue confirmando una vez más que los fragmentos de sus historias se entrelazan con las vivencias de sus fanáticos. Así, en el recorrido antológico por su repertorio cantó ‘Volveré’, ‘Extrañándote’ con su hija Mar y más. En ‘Morenita’ volvió a demostrar su talento para bailar y entre el público muchos comentaban con gracia que a él “no le dolía la rodilla”, luego llegó ‘O me voy o te vas’, pero la verdadera euforia ocurrió con ‘Viva el amor’, ya que se quitó su chaqueta y la lanzó a la primera fila.
Marco Antonio Solís se tomó un segundo para dirigirse a la audiencia y presentar una canción verdaderamente icónica, ‘La venia bendita’: “Hermanitos, vamos a brindar por tres cosas importantes. Primero que nada, salud por la salud, salud por el amor y salud por el presente. ¡Sí señores! Esta es de mis favoritas y no la vamos a cantar con la voz, sino con el alma para que se oiga”, expresó y se colocó su sombrero.
Esta velada de ensueño continuó con sus coristas – Marisol, América y Evelyn- entonando ‘Como tu mujer’, un tema que él también escribió y al que segundos después se les unió para seguir con ‘Mi eterno amor secreto’, una canción que merece pertenecer al álbum ‘Trozos de mi alma’, pues pareciera ser un sollozo convertido en melodía, una despedida susurrada entre versos y el eco de un amor que fue, pero no pudo continuar siendo, aunque aún habite en el recuerdo.
Esta canción estuvo precedida por unas palabras que tocaron fibras y las lágrimas no tardaron en volver: “En la vida, siempre hay que guardar dentro de nosotros algo que sea solo nuestro, un regalo propio”, dijo.
Tras sus cambios de ropa, ‘El Buki’ no dio la oportunidad de que sus seguidores encontraran la calma y presentó un doloroso tema que surgió por una experiencia que a él lo marcó profundamente: ‘Si no te hubieras ido’ se desprendió de la trágica muerte de su hijastro Leonardo Martínez, quien además fue secuestrado y cuyos raptores pedían dinero para su rescate…Rescate que no sucedió.
“En esta noche quiero que recordemos a nuestros ancestros, a nuestros antecesores, tatarabuelos, bisabuelos, padres y a todos que llegaron antes de nosotros y dieron todo para que estemos presentes aquí. Algunos no los conocimos obviamente y tal vez a otros no tuvimos la oportunidad de decirles gracias. Todos, pues, honremos a la gente que amamos y que nos ha amado, a la gente que vive en nuestra mente y nuestro corazón, aunque no esté en este mundo”.
Al finalizar su emotiva interpretación y con lágrimas de muchos fans, el ’Maestro’ hizo reverencia ante el público quedándose inmóvil, mientras se daba una ovación que duró cerca de 2 minutos, una más que merecida para uno de los más grandes de la industria, quien cabe recordar, antes de dedicarse a la música consideró ser seminarista o payaso.
Un adiós que es más un hasta pronto
Con su tercer cambio de vestuario llegó el turno de ‘Antes de que te vayas’ y ‘Más que tu amigo’, dos temas que hicieron que todos se levantaran de sus asientos para cantar y bailar con él, donde se colocó el sombrero vueltiao. La energía en el ambiente era inagotable, pero el concierto comenzaba a acercarse a su desenlace. Consciente de ello, Marco Antonio Solís presentó a cada uno de los músicos que lo acompañan en su ‘Más cerca de ti world Tour’, honrando a quienes han sido piezas clave en la creación de su inconfundible sonido.
Y como si los presentes no supieran a quién acababan de ver entregarlo todo en el escenario, el maestro se despidió con una de sus frases inolvidables: "Que Dios les dé únicamente lo necesario para que sean infinitamente felices. Mi nombre es Marco Antonio Solís”, y así, desapareció entre aplausos, gritos y ovaciones, dejando tras de sí un eco imborrable en cada alma presente.
Así fue el concierto de ‘El Buki mayor’: más de 45 años de carrera artística, cinco Latin Grammys, una estrella en el Paseo de la Fama, innumerables reconocimientos y, sobre todo, un lugar eterno en el corazón de quienes han encontrado en sus canciones la banda sonora de su vida. Su música no entiende de tiempos ni fronteras; es un susurro que abraza a los enamorados y un refugio para quienes buscan respuestas en la nostalgia. Su legado se mide no solo en premios y discos, sino en cada lágrima que brota al compás de sus melodías, como sucedió el 8 de marzo en Bogotá, en cada historia de amor que encontró en sus letras un reflejo fiel de su sentir.