Idolatrado y denostado, carismático y desmesurado, elegante y 'freak', Enrique Bunbury es un verdadero animal de escenario que ha vivido momentos de ascensión y caída y que a los 54 años se ve obligado a iniciar otra nueva vida en la que no dará conciertos por sus problemas de garganta, aunque seguirá dedicado a la música, a la pintura y a la poesía.
"He actuado delante de 25 personas y de 250.000", rememora Bunbury en el comunicado con el que ha anunciado que sus últimos conciertos serán los ya programados en septiembre en distintas ciudades españolas.
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Nacido en Zaragoza (noreste de España) en 1967 con el nombre de Enrique Ortiz de Landázuri Izardui, tomó el apellido artístico de 'Bunbury', un personaje de la obra de Oscar Wilde "La importancia de llamarse Ernesto", imaginado por un protagonista de la obra teatral para encontrar excusas y librarse de planes no apetecidos y poder llevar una vida más libertina.
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Desde sus primeros directos llamó la atención la manera de actuar de este cantante, excesivo, abrumador, gesticulador y a ratos casi en trance, bailando sin parar acompañado de una voz grave y singular sobre unos escenarios que domina desde que empezó a frecuentarlos de manera profesional hace 35 años.
Interesado desde muy joven en la filosofía y la lectura, dice que ahora que se retira de los escenarios, pero no de la creación: "Se abre ante mí un sinfín de posibilidades, en las que lo creativo, es decir, componer canciones, grabar discos, pintar y escribir libros de poesía forman parte de mis objetivos. Tengo la edad para hacer este cambio importante en mi vida". EFE
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