"Trabaja en algo para que el diablo te encuentre siempre ocupado", dijo algún día San Jerónimo, tal vez no importe en qué. Ángel Alirio Herrera se dedica a lo que muchos no quisieran: desenterrar dolor, recuerdos, huesos cubiertos de gusanos, podredumbre, gases que ponen en riesgo su vida, incluso, desigualdad social.
Él no sabe leer ni escribir, ni siquiera su nombre. El hecho de llamarse Ángel parece coincidencia, pero tal vez no, él sabe cómo hacerle honor, pues también como a los reales, se le atribuyen cualidades como la bondad y la inocencia.
Como decía, Victor Pauchet, "el trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento" y de eso no cabe duda, ya que, aunque este sepulturero y exhumador de cuerpos sea un hombre noble, servicial, tímido, humilde y de mirada baja; siempre tendrá para ofrecer una sonrisa real y sincera.
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Desde los 10 años, Ángel Alirio empuñó un azadón en las tierras boyacenses y nunca más lo volvió a soltar. Ahora tiene 51. Por eso, nunca tuvo tiempo ni oportunidad para el lápiz, los colores, los cuadernos, las reglas o el compás.
Aunque su trabajo parezca tranquilo, no es fácil, sin embargo, además de Alirio tener a cientos de muertos bajo su responsabilidad, también tiene 3 hijos varones, una hija mujer y una esposa que siempre lo esperan en casa.
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Ángel no sabe cuánto tiempo lleva cotizando para una pensión, pero su propósito es que los muertos sean los encargados de darle esa venerada jubilación, luego de tantos años de entrega, asumir riesgos, responsabilidades, sudor y hasta lágrimas derramadas.
Por eso, además de sin duda ser el Empleado del Mes, Alirio es un Ángel más entre todos los que lo rodean en el Cementerio Municipal de Subachoque. Siempre se preocupa porque las flores estén bonitas, las tumbas limpias, el prado verde y organizado y, por supuesto, por hacer su trabajo con respeto, ya que es esto lo único que les puede brindar a las familias de los difuntos en momentos de tristeza.