¿Fue difícil meterse a la selva por más de un mes a grabar este documental?
Alessandro Angulo (A.A.):
Uno se imagina que la selva va a ser dura y agresiva. Pero no encontramos eso. No le digo que cómoda, porque no es la palabra para las ideas occidentales. Pero fue amable en el sentido en que uno camina y camina y el aire está tan limpio y la comida es tan sana que uno aguanta y no se enferma. A medida que uno se aleja de la ciudad y se interna en la selva cree que las condiciones van a empeorar, la cosa se va volviendo más exótica y en principio uno pensaría que será más difícil. Pero luego uno se da cuenta que no. Basta dormir bien en una hamaca para saber que no es así.
¿Cómo fue la planeación y el viaje?
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(A.A.):
Decidimos no llevar casi comida, solo el equipo de filmación, una pequeña planta eléctrica, porque todo funciona con baterías. También que todos viajaríamos en las mismas condiciones. Cada uno con su bolsa de dormir, su hamaca y su cantimplora. No llevamos ni siquiera agua, porque la de allá está perfecta. Lo único que había que llevar era gasolina. Esa es la moneda allá. La gasolina es oro. Las lanchas largas iban llenas de gasolina y nuestro equipo. Éramos un grupo de 12 personas. Obviamente en cada sitio conseguimos gente que nos ayudaba a movernos y nos guiaban. Viajamos por tierra desde Bogotá hasta San José del Guaviare. Después, tomamos un DC3 de San José a La Pedrera, de ahí en adelante fue en lanchas y a pie.
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¿Qué tal la experiencia de viajar en uno de esos aviones DC3?
(A.A.):
En el momento en que uno se aleja de la ciudad en un DC3 se siente como en un viaje a la Luna. Cambian el paisaje y la manera como uno lo ve. El DC3 es un avión espectacular que lo lleva a uno muy lento y volando bajo, lo que permite apreciar el paisaje.
Hay muchas tomas con drones que logran atrapar la inmensidad de la selva. ¿Cómo les fue piloteándolos en medio de esas condiciones?
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(A.A.):
Estuve filmando en la selva hace muchos años y me di cuenta de que la selva no se veía. En ese momento nos inventábamos la manera de subirnos a algo, por ejemplo, a un árbol, para grabar. Lo cierto es que una vez uno está dentro de la selva ya no ve esa inmensidad. Era indispensable llevar un dron. Ese dron nos acompañó todo el viaje y en el último día se perdió. Se perdió en Chiribiquete. El que vaya a Chiribiquete encontrará un dron.
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El documental, que se estrenó el pasado 27 de junio, se convirtió en el más visto del año con más de 16.000 espectadores en su primer fin de semana.
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