Del aeropuerto de Villavicencio, Colombia, despega el avión DC-3, de los pocos que quedan en el continente capaces de volar. La única guía de su piloto es un GPS, porque en esta zona no hay torres de control. Aterriza en lugares como el Amazonas, el Vichada o Guainía. Allí, apoya a sus habitantes transportando pasajeros y carga.
Este es el trabajo que realiza todas las semanas el piloto Claudio Petro. En cada viaje arriesga su vida, pero también ratifica el sueño de conectar estos territorios, a los que difícilmente se puede acceder por tierra o mar, y sus comunidades.