Menuda y de voz suave, Mireya fue una mujer que, aunque siempre tuvo cariño para sus hijos, nunca pudo sobreponerse al carácter dominante de su esposo Gonzalo.
Su labor como madre y ama de casa, la combinaba con la de recicladora, fue ella la que le enseñó a Lucho cómo hacer ese trabajo, con dignidad, orgullo y entereza. Ella y Lucho salían todas las mañanas a trabajar juntos, de ahí que Mireya haya tenido por él un interés especial por encima de sus otros hijos.