Alejandro Dangond

Alejandro es un gomelito de clase media. Tiene 23 años, durante su infancia fue el consentido de su madre hasta el día en que ella murió. Su padre, Arturo Dangond, quien quedó a cargo de él, intentó llenar ese vacío dándole todo lo que le fue posible hasta el punto de sobreprotegerlo.

Alejo ha sabido aprovecharse de esto para manipular a su padre y obtener todo lo que ha querido, incluso que aún lo mantenga sin ningún problema. Aunque él es un tipo al que le gusta estudiar, y que se la pasa en esas para no trabajar, tiene una gran debilidad que lo separa, muchas veces, de sus responsabilidades académicas: la rumba. Le encanta la vida nocturna, la juerga, el trago, las fiestas y amanecidas con el levante que más le guste. Sea un hombre o una mujer. En su familia nadie sabe de sus andanzas, mucho menos su papá, enfrente de quien siempre ha cuidado su imagen de buen hijo para no perder los privilegios económicos al que lo tiene acostumbrado gracias a su cargo como gerente de un banco.

No obstante, Arturo ha comenzado a pensar que ya es hora de que Alejo se establezca, siente cabeza y coja las riendas de su vida. Que deje de estudiar tanto y que por fin se dedique a producir, es decir a trabajar. Pero Alejo no está dispuesto a dejar la vida buena tan fácil. Por eso decide hacer un “trato” con su papá: estudiar una última carrera. Mejor dicho, validar su técnico en administración de empresas en una universidad seria para poder montar, como se debe, algún negocio.

Es así como surge “la necesidad” de estudiar en la Graham, a donde llega sin ninguna idea concreta de negocio hasta que se unen sus dos pasiones, o sus dos maneras de no trabajar: la rumba y el estudio. En ese momento es cuando se le ocurre que su mejor inversión es un bar y quien termina financiándolo una vez más es su papá. Pero poco a poco tanta fiesta lo terminará llevando por el camino del desorden y los gastos excesivos sin ningún tipo de control, directo a la quiebra.