Es una mujer de 75 años de edad, quien aún conserva la elegancia que siempre la ha caracterizado. Es tranquila, noble y a veces ingenua. En su juventud se casó con José Ramón Linares, un pudiente hombre de negocios quien fue el amor de su vida y al cual acompañó hasta el día de su muerte. Con él formaron un bonito hogar y fruto de esa unión tuvieron a José María, el mayor, quien vive en Canadá; y Rafael, el menor, que vive en Australia con su esposa Melanie y su pequeño hijo que aún es un bebé, la adoración de doña Pilar. Su familia siempre lo ha sido todo por eso lamenta no poder verlos con la frecuencia que le gustaría, pues la viudez no es fácil de lidiar y menos en una casa grande y vacía.
Pero a pesar de su situación, aunque es una mujer dulce, no es frágil y se mantiene fuerte ante los estragos de un duelo que no ha logrado dejar atrás. El insomnio ahora la persigue cada noche para recordarle que la muerte la separa de su esposo y kilómetros de tierra de sus hijos y nieto. El tiempo se le ha convertido en un problema, sobre todo las noches, por eso decidió ocuparlas estudiando para no pensar más y sentir menos la ausencia de todos a los que ama.
En ese momento es cuando arranca la historia de Doña Pilar. Cuando decide meterse a estudiar administración de empresas en la Graham.