Germán es oriundo de Somondoco, departamento de Boyacá, y con apenas 18 años recién cumplidos se ha graduado del bachillerato con las mejores calificaciones de todo el departamento. Allá en el pueblo se mueve como pez en el agua y hasta ha montado un negocio clandestino de licor de papa. Él es feliz así, sin muchas ambiciones más que la de seguir sacando adelante la finca papera de su familia, trabajando de sol a sol y hombro a hombro con Alirio, su padre. Pero tanto su padre, como doña Julia Morales, su mamá, piensan diferente.
Ellos ven en su hijo pródigo el futuro para el negocio familiar, y por eso deciden inscribirlo en una universidad nocturna en Bogotá y mandarlo así Germán no esté tan de acuerdo. Ellos ven en ese sacrificio una inversión a largo plazo, porque nada mejor para competir en el mercado que una finca manejada por alguien estudiado. Pero ellos no tienen en cuenta que la inteligencia del muchacho no siempre sirve para lidiar con otros aspectos que nada tienen que ver con el estudio.
Cuando arranca la historia, Germán también está arrancando su viaje hacia Bogotá, sin saber con qué se va a encontrar. Con él carga solamente un morral y algunos pesos para bandearse los primeros días. De ahí en adelante tendrá que conseguir la manera de sostenerse, porque el bolsillo de su papá no da para tanto.
Así es que comienza a conocer la calle, y las no tan buenas amistades que brindan la noche Bogotana.
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