Tiene 39 años y es la secretaria privada de gerencia y la amante desde hace 8 años del ingeniero Martínez, dueño de una empresa constructora. Muriel está perdidamente enamorada y ha aguantado todo ese tiempo (los mejores años de su vida) esperando a que el Ingeniero decida separarse. A él le debe su buen estatus de vida, algo que su salario de secretaria privada nunca hubiera podido pagar.
Tiene apartamento y carro propios (por los que el ingeniero paga una cuota mensual) y también gracias a él se ha refinado y borrado casi por completo su origen de clase media baja. Todavía le quedan algunos vestigios que rechinan con el supuesto “glamour” con el que ella quiere mostrarse. Le gusta maquillarse de más y exagerar con sus pintas que pecan a veces de demasiado ajustadas y elegantes para la oficina o un restaurante al mediodía. Muriel cuida su figura, le encanta mantenerse sexy y dispuesta para su amante, así él no siempre cumpla con las citas.
La historia arranca cuando al Ingeniero lo acaba de echar de la casa su esposa porque descubrió finalmente que tenía una amante. Muriel se muere de la emoción, pensando que por fin va a obtener el primer lugar que le corresponde con su amor, pero se equivoca. El Ingeniero le pide cacao a su mujer y a Muriel se le cae el mundo encima.