
Durante 20 años, David Prada decía con toda seguridad que Dios no existía. No quería saber nada de religión. En su búsqueda de respuestas se metió en cosas como el budismo, la cienciología, y todo lo que sonara a espiritualidad, pero nada lo llenaba.
Después se fue a Estados Unidos a estudiar. Y allá, por primera vez, se metió en el mundo del alcohol y las sustancias. Se volvió rebelde y, al volver a Colombia, por fin logró cumplir uno de sus sueños: trabajar en televisión. Con su primer papel creyó que ya lo había logrado todo, pero la realidad fue otra.
Un personaje que daba por hecho no se dio, lo perdió, sin ahorros y sin respaldo, se quedó sin trabajo. Pasaron tres años durante los que no apareció en la pantalla, por lo que se fue a Barranquilla buscando nuevas oportunidades. Sus papás lo apoyaron para montar un negocio, pero el emprendimiento no funcionó y él cayó en una depresión fuerte.
Volvió a Bogotá, consiguió algunos papeles de nuevo, pero las cosas no terminaban de encajar. Su relación sentimental se acabó, llegó la pandemia y, como a muchos, le frenó el trabajo, debido a esto pensó: “Si no fue como actor, pues político” y tomó la decisión de lanzarse al Concejo de Bogotá. Pero el resultado fue un nuevo golpe: 350 votos: "fracasé estrepitosamente”, recordó.
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Ahí comenzó la caída más fuerte. Sin trabajo, sin empresa y sin pareja, dejó de comer, solo tomaba y consumía. Se encerró ocho días con la idea de que su cuerpo no aguantara más, esperaba que le diera un infarto.
Sus papás, desesperados, lo llevaron a Barranquilla para intentar ayudarlo, pero allá todo empeoró. Seguía tomando, hasta que un día terminó arrestado por pelear en un bar, por desacato. Estuvo encerrado en un lugar del que aún no tiene muy claro cómo salió.
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Y fue justo ahí, cuando hizo algo que nunca había hecho y buscó a Dios. Le pidió perdón y que le ayudara: "Yo siempre supe que estabas ahí”, le dijo. En ese momento, como si fuera una señal, apareció un personero que lo ayudó a salir de ahí. Como pudo, volvió a Barranquilla, luego a Bogotá y desde entonces, todo empezó a cambiar. Actualmente, David va a la iglesia, ha tratado de sanar relaciones del pasado, y ya no deja que las sustancias controlen su vida.
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