El año pasado Madonna sorprendió al mundo entero al anunciar que se había comprado un impresionante palacete del siglo XVIII, Quinta do Relógio, en las inmediaciones de Lisboa. Poco después, la cantante hizo las maletas, cerró las puertas de su casa de Nueva York -su principal residencia en los últimos tiempos- y se mudó junto a sus cuatro hijos menores a Portugal.
Allí la cantante ha construido una nueva vida sobre la que ahora ha querido sincerarse con la edición italiana de la revista Vogue. El número de agosto coincide con el mes en que la reina indiscutible del pop cumple unos muy bien llevados 60 años y, en lugar de realizar una retrospectiva de su carrera o centrarse en su trabajo benéfico en Malaui -que también-, ella ha preferido abrir las puertas de su hogar para compartir un día de su rutina doméstica y desvelar cuál es en la actualidad su principal ocupación: hacer de chófer las veinticuatro horas del día para su hijo David Banda, llevándole y recogiéndole de sus entrenamientos de fútbol en las categorías inferiores del Benfica.
"¡En cierto modo te obliga a renunciar a tu vida!", bromea divertida. "Resulta imposible hacer planes y entonces sientes que estás siendo injusta con el resto de tus niños, y contigo misma".
El sacrificio, sin embargo, merece la pena con tal de ver a su hombrecito de 12 años tratando de cumplir su gran sueño: "Estaba desesperada por conseguir que entrara en la mejor cantera posible con los mejores entrenadores, pero el nivel en Estados Unidos es muy inferior que en el resto del mundo. Podía ver lo frustrado que se sentía, y al mismo tiempo también me pareció el momento adecuado para hacer un cambio".
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Curiosamente, en un principio la artista barajó otros dos posibles destinos antes de decantarse por Lisboa: Turín y Barcelona, por lo que bien podría haber seguido los pasos de Shakira y acabar convirtiéndose en la vecina más famosa de la ciudad condal. Tras mucho reflexionar, llegó a la conclusión de que Turín no era un lugar "adecuado" para criar a unos niños pequeños y que, por muy "divertida" que fuera Barcelona, nada podía competir con la paz que les ofrecía el campo portugués.
Sus otros tres retoños -Mercy, también de 12 años, y las gemelas Stella y Estere, de 5- se han adaptado sin mayores dificultades al país, ya han aprendido el idioma y también se han interesado por distintos deportes, aunque su madre planea dejarles escoger su propio camino cuando llegue el momento.
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"Lo único que quiero es que sean buenas personas y que traten a los demás con dignidad y respeto, sin importar su religión, su sexo o su color de piel", adelanta acerca de sus planes de futuro para su prole que no pasan, necesariamente, por convertir a David en el próximo Cristiano Ronaldo: "Si eso sucede, entonces sería la guinda del pastel", concluye.
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