La cantante Lily Allen ha recurrido una vez más a su afilado sentido del humor para dejar patente que no podría estar más satisfecha con los términos de su recientemente finalizado proceso de divorcio, el que disolvió definitivamente su matrimonio con Sam Cooper la semana pasada y, sobre todo, el que le llevará a tener que cuidar personalmente de sus hijas Ethel (6) y Marnie (5) solo dos semanas al mes.
"Me encargo de ellas una semana sí y la otra no. En lo que respecta a mi trabajo, es un sistema perfecto. De verdad que después de esto puedo recomendar a todo el mundo que se divorcie. Cuando estoy trabajando en el estudio Sam se ocupa de las niñas, y cuando las tengo yo me convierto otra vez en madre. Funciona muy bien", ha contado a su paso por el programa "Lorraine".
Con sus llamativas declaraciones, la cantautora inglesa ha vuelto a demostrar que la relación que mantiene con su exmarido sigue estando definida por la más absoluta cordialidad, además de presumir abiertamente del momento de plenitud en el que está inmersa a día de hoy y que contrasta radicalmente con el profundo caos en el que vivió durante buena parte del año 2014.
"Cuando trabajaba en mi anterior álbum ["Sheezus"], mis hijas eran todavía muy pequeñas y yo me pasaba todo el día fuera de casa, trabajando hasta muy tarde, recorriendo el país en el autobús de la gira y, en general, llevando un estilo de vida más propio de una estrella del rock. Fue muy duro, sobre todo cuando me despertaba en medio de la nada y me percataba de que me había perdido cinco llamadas por Facetime de mis niñas", ha rememorado.
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