La filmografía de Nicolas Cage es una de esas raras excepciones en las que se entremezclan con total naturalidad grandes éxitos de crítica y público, como "Leaving Las Vegas", "La Roca" o "Con Air", con producciones de clase B destinadas a subsanar su economía en ocasiones maltrecha debido a su afición por derrochar su fortuna en mansiones con un tenebroso pasado histórico y en coleccionar desde cráneos de dinosaurios a cabezas reducidas, según la leyenda urbana.
Muchas otras estrellas de Hollywood habrían optado por tirar la toalla y retirarse de haber sufrido los fracasos en taquilla que tan bien conoce el actor, pero no él. En su caso, los motivos para continuar aceptando papeles, a veces de una forma que parecería indiscriminada, no son puramente financieros, ya que también supone un factor de peso su miedo a la inactividad.
"Bueno, tengo muchas razones para desear seguir trabajando. Una de ellas, para ser completamente sincero, es que puedo volverme algo auto-destructivo si no estoy concentrado en mi profesión. Me gusta la sensación de estructura que me proporciona el trabajo. Para mí, marca la diferencia entre tomar, a lo mejor, una botella de vino o beberme dos del tirón, porque cuento con una rutina y una estructura cuando ruedo", explica en una nueva entrevista a la revista NME.
De todas las extravagancias y rarezas de Nicolas Cage, quizá la más sorprendente de todas sea la franqueza con la que habla de la calidad variable de sus películas y a qué se debe esa falta de consistencia: la necesidad de cubrir sus gastos.
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"He tenido que lidiar con errores del pasado y salir solito de algún que otro agujero, así que tuve que encontrar proyectos que funcionaran para mí tanto en términos de la oportunidad de actuar que me ofrecieron, pero al mismo tiempo también pagar las facturas, como cualquier persona. Al fin y al cabo, esto es un trabajo", apunta.
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