La tradición de usar calzones de color amarillo el 31 de diciembre para recibir el Año Nuevo, tiene tantos años como adeptos. Generación tras generación ha heredado el gusto por esta prenda que se vende como pan caliente en el comercio los días previos a la partida del año viejo.
El color amarillo está ligado al sol, elemento que representa la eternidad y la energía vital del planeta. Además, en otras culturas representa el oro. Por eso, recurrir a la ropa íntima amarilla el último día del año se ha convertido en un llamado a la abundancia y a la prosperidad en todos sus sentidos, al amor, la pasión y a la buena suerte.
Depende del tipo de calzón, podría matar pasiones y aportar sensualidad. O mejor, como diría Pedro Coral mirándose al espejo con cucos amarillos: “usted conmigo se sobró, mi viejo. Qué pinta, qué estampa, qué estilo. Sumercé lo que no me dio en plata, me lo dio en presencia”.
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Mucho se ha dicho sobre este amuleto. Dicen algunos que se deben poner antes de la media noche y al revés para que su efecto sea mayor, como la misma Andrea Guzmán lo hace. Después de los abrazos de Año Nuevo, hay que darles la vuelta para que queden al derecho. Además, la tradición asegura que podrían funcionar aún mejor si la prenda es regalada, aunque esto no es indispensable.
Existen calzones amarillos de muchos tipos y para todos los gustos. Solo hay que procurar que prevalezca el color del oro y confiar en que surta el efecto deseado.
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¡Apúrenle, mis mompirris, que yo ya los tengo puestos y al revés!