Johanna Fierro ha luchado siempre con amor, a prueba de todo y sin pausa para ver a sus hijos felices. En la búsqueda de opciones para garantizar su calidad de vida, conoció el programa Corazones Valientes de Compensar Salud y el Instituto Roosevelt.
Los hermanos Meléndez Fierro fueron diagnosticados desde muy pequeños con distrofia muscular de Duchenne y Becker; una enfermedad huérfana que afecta a los músculos haciendo que pierdan sus funcionalidades de manera progresiva.
Era una distrofia lo que él tenía, pero cuando a él le descubrieron la enfermedad yo ya estaba embarazada de mi hijo menor. La doctora lo único que me decía era que, si quería seguir, yo le dije que sí, si Dios me dio la oportunidad de tener mis dos hijos era por algo, y aquí los tengo.
Mediante el programa, dirigido a niños con enfermedades huérfanas o discapacidades congénitas, más de 1.500 pacientes como Adrián y Dilan, reciben acompañamiento integral por parte de un equipo interdisciplinario de profesionales dispuestos a velar por su bienestar.
Este programa aborda aspectos físicos, mentales, emocionales y complementa la atención en salud con actividades recreativas, educativas, culturales y deportivas, las cuales contribuyen y promueven el bienestar integral de los niños.
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Para seguir iluminando las sonrisas de estos pequeños y sus familias, Corazones Valientes y la Red de Solidaridad de Compensar gestionaron aportes solidarios de colaboradores, proveedores y aliados y llevaron recientemente a un grupo de niños del programa hasta Santa Marta.
La experiencia se convirtió para muchos de estos valientes en la posibilidad de viajar en avión por primera vez, conocer el mar y disfrutar de una terapia con delfines; actividades importantes que benefician sus condiciones de salud.
Lo que más me alegró fue ver la felicidad en el rostro de mis hijos y saber que se hizo un sueño realidad porque queríamos conocer Santa Marta hace mucho tiempo, también porque se nos dieron las cosas fácilmente, allá nos ayudaron mucho. Fue una satisfacción muy grande verlos a ellos felices.
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Durante tres días, Adrián, Dylán y 14 niños más, en compañía de sus familias y cuidadores, vivieron una experiencia a la altura de sus sueños, reforzaron lazos de amistad, descubrieron nuevas habilidades, y recargaron fuerzas para seguir luchando con valentía como lo han hecho siempre.